





Santiago de Chile - Mauricio Herrera Kahn
“Dos soldados por 44 civiles. Es la pedagogía del castigo”
El cálculo del horror
Israel confirmó la muerte de dos soldados, abatidos en enfrentamientos en el sur de la Franja de Gaza. En respuesta, las fuerzas israelíes bombardearon múltiples puntos de Gaza en ataques aéreos y artillería concentrada (operaciones que, en conjunto, implicaron un uso intensivo de munición de grueso calibre, aéreo, drones y proyectiles, en distintas localidades). Los reportes hospitalarios locales hablan de al menos 44 personas muertas en varios lugares alcanzados y que se traducen en familias enteras partidas y víctimas que incluyen niños, mujeres y personas mayores. Todo esto ocurrió en pleno alto el fuego nominal.
La pedagogía del miedo
En las cifras está la verdad que los gobiernos intentan maquillar y es que no se trata de seguridad, ni de proporcionalidad, ni de legítima defensa. Lo que observamos es un método. Una pedagogía del miedo. Una doctrina que enseña con cadáveres. Cada ataque no responde a lo ocurrido, sino a lo que debe quedar grabado.
El mensaje y sus destinatarios
Israel sabe exactamente que el mundo está mirando. Sabe que hay un alto el fuego declarado. “Sabe que el costo político de romperlo con 44 muertos civiles sería devastador en cualquier democracia real.” Y sin embargo actúa igual. Porque la lógica ya no es diplomática, es teológica, es colonial, es administrativa. El mensaje no va a Hamas.
- Va a la población completa.
- Va a los sobrevivientes.
- Va a los que aún respiren bajo escombros.
La ecuación del colonialismo armado
La secuencia es brutalmente deliberada. Presenta primero el dolor propio para justificar cualquier acción posterior. Es la fórmula exacta de todo colonialismo armado y es que, si muere uno de los míos, pueden morir cien de los tuyos. Y el resto del mundo debe aceptarlo como si fuera matemática inevitable. Un soldado equivale a cuarenta niños. Esa es la ecuación que pretenden naturalizar.
El alto el fuego como ficción
Hamas declaró que se mantiene en el alto el fuego y negó participación en el ataque que mató a dos soldados de Israel. Tal vez sea cierto, tal vez no. Lo clave es que el alto el fuego no se mide por palabras sino por la libertad de violarlo sin consecuencias. Israel puede bombardear, acusar y negociar a la vez. Ese monopolio del relato es lo que anula la paz real.
El peligro de la normalización
El peligro no está solo en la acción militar. Está en la respuesta colectiva que la normaliza. Si el mundo permite que 44 muertos en varios puntos de Gaza se conviertan en un dato más, se normaliza la violencia como herramienta política. Y entonces la paz deja de ser meta y pasa a ser producida visualmente con cámaras, comunicados y gestos. Mientras tanto las vidas siguen desapareciendo.
La pregunta que incomoda
La pregunta que deberíamos pronunciarnos sin pudor es sencilla y urgente: ¿cuántos civiles deben morir para que lo llamemos crimen y no operación? Porque lo que está en juego no es la estrategia militar de hoy, es que la posibilidad de que mañana nunca haya justicia ni verdadero diálogo. Si aceptamos esta pedagogía del castigo, el mundo renuncia a la paz por decreto.
La anestesia moral
Y eso es precisamente lo que el poder busca y es que el horror se vuelva paisaje, que la muerte deje de ser noticia. Las cifras se convierten en abstracciones, los nombres se disuelven y las imágenes se vuelven rutina. La pedagogía del castigo funciona cuando el dolor ajeno ya no provoca reacción. Cada cadáver sin nombre es un ladrillo más en la muralla de la indiferencia global.
El castigo como enseñanza
La repetición tiene un efecto anestésico. A fuerza de titulares y comunicados, los muertos se transforman en estadísticas y las ruinas en decorado. Esa es la victoria simbólica y es convertir la tragedia en ruido de fondo, hacer que la injusticia suene a costumbre. El castigo se vuelve enseñanza cuando deja de escandalizar.
La dominación y su espejo
No hay defensa posible para quien elige bombardear bajo un alto el fuego. No hay equidad en la muerte múltiple que responde a una pérdida individual. Lo que hay es un modelo de dominación que necesita demostrar poder a través del sufrimiento. En ese sentido, cada ataque no busca solo eliminar enemigos, sino disciplinar a una población entera, mantenerla sometida y recordar quién decide, quién vive y quién muere.
La complicidad del silencio
Y el resto del mundo, mientras tanto, asiste al espectáculo con una mezcla de culpa y parálisis. Los gobiernos repiten comunicados de “preocupación” y las organizaciones humanitarias cuentan los cuerpos que nadie quiere mirar. Pero en esa distancia educada también hay complicidad y el silencio diplomático legitima la pedagogía del castigo tanto como las bombas.
Nombrar para no olvidar
Nombrar esto no es tomar partido, es recuperar la capacidad de indignarse. Llamar crimen a lo que es crimen no es un gesto político, sino un acto de humanidad mínima. Si la muerte se convierte en mensaje y el castigo en método, el lenguaje de la paz queda secuestrado.
Y lo más grave es que el mundo aprende a convivir con lo intolerable como si fuera rutina….
Mauricio Herrera Kahn
Mauricio Herrera Kahn, Ingeniero Civil Mecánico titulado en la Universidad Técnica del Estado (UTE) en 1975, con más de 45 años de experiencia en el sector de ingeniería y desarrollo de proyectos mineros. Ha ejercido cargos como Gerente General, Gerente de Proyectos y Jefe de Ingeniería en empresas nacionales e internacionales, donde lideró estudios y ejecución de proyectos bajo la modalidad de EPCM ("Engineering, Procurement, and Construction Management"). Actualmente es Gerente General de HyB Ingenieros, desarrollando estudios y análisis de nuevas plantas y procesos con Capex y Opex a nivel de ingeniería de perfil. Desde hace varios años escritor de artículos y columnas de análisis social , político y económico nacional e internacional.
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