





Por José Antonio Yturriaga
Terminaba mi artículo de la semana pasada señalando que, si la propuesta de Donald Trump permitía interrumpir la hecatombe de la guerra de Gaza, aunque no fuera de manera definitiva, era bienvenida. Se ha confirmado el Acuerdo entre Hamas e Israel y el Gobierno de éste dio su aprobación el pasado día 9. El Acuerdo ha sido acogido con general satisfacción, salvo para los activistas de la izquierda europea que simpatizan con Hamas y que -siendo más “hamasistas” que el propio Hamas- se han opuesto al Plan de Paz de Trump, pero la aceptación del mismo por el movimiento terrorista, los ha cogido con el pie cambiado. Como ha comentado Santiago Gerchunoff en “El País”, mientras los palestinos se alegran, los izquierdistas que los han apoyado se entristecen, porque han perdido su causa. “Cuando la violencia amaina, decae el fervor”.
Según Jorge Bustos, les indigna la farsa del Plan de Paz que la propia milicia terrorista acaba de aceptar y Hamas se ha convertido para ellos al sionismo. Los enemigos del genocidio de aquí están de luto por el fin del genocidio de allí. Sienten que esto debería haberse alargado o, al menos, terminado de otra manera: Con Ada y Greta entrando en Gaza con una caja de sandías al son de “Bella, ciao”. “Asi reacciona la mente acneica del progresismo occidental, mientras los adultos hacen política y alcanzan pactos que detienen bombardeos”.
Los titulares de la prensa española han expresado su satisfacción y alivio por el inesperado acontecimiento. En “ABC”: “Paz en Gaza: El todo o nada de Trump, el pacificador de Oriente Próximo”; en “El Mundo”: ”La paz de EEUU desata la euforia en Israel y Gaza”: en “El País”: “Gaza divisa el fin de la guerra”; en “La Razón”: Optimismo en Israel y Gaza tras el acuerdo de alto el fuego: Trump artífice del éxito de las negociaciones habla de principio de una paz duradera”; en “La Vanguardia”: “Israel ratifica el pacto y Hamas da por terminada la guerra”.
Negociación del Acuerdo
Tras varios días de desacuerdo por las notables divergencias entre Israel y Hamas, Trump decidió aumentar la presión sobre las partes y promovió la participación en la reunión de Sharm al-Sheikh de pesos pesados, como el representante de Hamas, Jqalil al-Haya -que perdió un hijo en el ataque de Israel a Qatar-; Abdel-Fatah al-Sissi, presidente de Egipto; Mohamed al-Thani, primer ministro de Qatar; Ibrahim Kalin, director de la Organización de Inteligencia Nacional de Turquía; y el representante personal de Trump para Medio Oriente, Steve Witkoff, y su yerno Jared Kushner. Los participantes lograron acercar las posiciones y concertar un Acuerdo de mínimos. La presencia de los representantes de Turquía y de Qatar fue decisiva porque son los países que, de un lado, mantienen buenas relaciones con Hamas, en cuyos respectivos territorios acogen a varios de sus líderes -y tienen, por tanto capacidad de influencia sobre ellos- y, de otro, son aliados de EEUU, el primero por ser miembro de la OTAN y el segundo por tener un Acuerdo de defensa y albergar una importante base naval.
El pasado día 9, mientras Trump estaba participando en una rueda de prensa, se le acercó el secretario de Estado, Marco Rubio, le susurró algo y le pasó una nota en la que le informaba de que se estaba muy cerca de lograr un Acuerdo, y le sugería que fuera el primero en anunciarlo. Trump interrumpió la reunión y escribió en su red Social Truth: “Estoy muy orgulloso de anunciar que Israel y Hamas han acordado la primera fase de nuestro Plan de Paz. Esto implica que todos los rehenes serán puestos en libertad muy pronto y que Israel retirará sus tropas hasta una línea acordada. Todas las partes serán tratadas con ecuanimidad. Este es un gran día para el mundo árabe y musulmán, para Israel y los países vecinos, y para EEUU”. Segundos después, Benjamín Netanyahu comunicó que, con la ayuda de Yahveh, traería a todos los rehenes de vuelta a casa. Al poco rato llegó la confirmación de Hamas, que demandó a los mediadores y a Trump, que garantizaran que Israel aplicaría plenamente el alto el fuego y cumpliría con lo pactado en la primera fase del Acuerdo. Al-Sissi invitó a Trump a que asistiera a la firma del Acuerdo y éste ha accedido a hacerlo.
El Acuerdo prevé un alto el fuego inmediato, la devolución de los rehenes -20 vivos y 28 muertos-, la liberación de 250 palestinos condenados a cadena perpetua y de otros 1.700 detenidos con posterioridad al 7 de octubre de 2023, la entrada urgente de ayuda humanitaria en Gaza, la retirada de las tropas israelitas de la franja, el desarme de Hamas, la desmilitarización de la zona, y el establecimiento de una Fuerza
Internacional de Estabilización (FIE). Tras su retirada a una “línea amarilla”, Israel seguirá ocupando el 53% del territorio gazatí y, solo tras la implantación de la FIE, aumentará su repliegue, aunque manteniendo una cabeza de puente en un perímetro de seguridad, a pocos kilómetros de la frontera. Hamas deberá entregar sus armas, pero -como ha criticado Javier Marín- nada dice el Acuerdo sobre el incremento de los asentamientos israelitas en Cisjordania y la presencia creciente de colonos radicales, fuertemente armados, que cometen toda clase de tropelías contra los civiles palestinos con la connivencia del Ejército y de las fuerzas de seguridad de Israel.
Como ha reconocido Netanyahu, Trump ha sido el presidente de EEUU
más pro-israelita y, por ello, lo propuso para que se le concediera el premio Nobel de la Paz, que el presidente cree merecer por haber -según él- acabado en escasos meses con 8 guerras (¿?), pero que, por el momento, le ha sido merecidamente birlado por la lideresa venezolana, María Corina Machado, que se las tiene tiesas al tiranosaurio Nicolás Maduro, y que le ha brindado el premio por ser él quien lo merecía. Ya tendrá tiempo de recibirlo, si sigue por la buena vía para poner fin al sempiterno conflicto israelo-palestino. Angel Villarino ha comentado con sorna en “El Confidencial” que no estaría mal que se lo concedieran, porque a nadie le importaría en demasía y, sobre todo, porque -dado su descomunal ego- le complacería enormemente y, estando contento, resultaría más manejable.
Muchos nos hemos preguntado a qué se ha debido el cambio de actitud de Trump hacia Israel, al pasar del apoyo incondicional y del respaldo a los crímenes del Gobierno de Netnyahu, a aplicarle una fuerte presión para que aceptara un alto el fuego y el proceso de paz enunciado en su Plan. Según Aymerich en “La Vanguardia”, cabe encontrar el motivo en el injustificado bombardeo de Qatar -un país aliado de EEUU y mediador en el conflicto-, con el fin de eliminar a los miembros de la delegación de Hamas, que estaban en Doha examinando precisamente una propuesta norteamericana.
El razonamiento parece verosímil, porque Trump es el “boss” y no tolera que nadie -por muy amigo que sea- actúe a sus espaldas y en contra de los intereses de EEUU, que necesita mantener buenas relaciones con los países conservadores del Golfo, como Qatar o Arabia Saudita. Trump humilló a Netanyahu forzándolo a telefonear en su presencia al emir qatarí, para presentarle sus excusas por el ataque a su país, que causó siete muertes, seis de ellas de qataríes. EEUU acaba de firmar con Qatar un nuevo Acuerdo de defensa, en el que se ha incluido una cláusula similar al artículo 5 del Tratado de Washington constitutivo de la OTAN, que prevé la intervención armada estadounidense en caso de ataque a Qatar por parte de terceros, incluido Israel.
Motivaciones de Trump
En su artículo “Donald Trump, el hacedor de la paz por la fuerza”, publicado en “El Mundo”, Pablo Suanzes ha dado una explicación convincente de las motivaciones de Trump para lanzar su Plan de Paz, y tratar de imponerlo “velis, nolis”. Trump llegó al poder con cuatro ideas fuerza en política exterior: Una paz inmediata en Ucrania, la paz entre israelíes y palestinos tras la liberación de los rehenes, la mejora de las relaciones con China, y una retirada gradual de EEUU de los conflictos planetarios al negarse a ser el policía del universo. Tan solo en una de estas cuestiones ha tenido un éxito relativo. En esta ocasión, su fórmula de disuasión a través de la intimidación ha funcionado para sumar a su Plan tanto a los israelitas, como al mundo árabe. Los términos del mismo son más que precarios. En su fase 1 no resuelve el problema de fondo, ni los problemas del periodo intermediario. Todo está en el aire, desde el calendario para la retirada de las tropas israelitas, hasta el desarme de Hamas. La gobernación y la reconstrucción de Gaza en el futuro son una quimera y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) queda fuera de la foto. No hay una propuesta sólida para el día después y el compromiso israelita es de mínimos y se basa en la promesa de jamás permitir que se cree un Estado palestino. “La incertidumbre es enorme y la posibilidad de que permita desarrollar una solución definitiva a largo plazo, mínimas”.
El éxito de Trump no se encuentra en los 20 puntos de su propuesta, que son similares a los elaborados por Joe Biden, que llevan más de un año sobre la mesa. El gran mérito es su ascendiente sobre Netanyahu y su capacidad de influir sobre él. Es un presidente absolutamente pro-israelita, indiferente a las demandas de la ANP, pero no ha permitido que Netanyahu imponga completamente su relato. Ha hablado de expulsar de Gaza a toda la población palestina, castigado a la Corte Penal Internacional por imputar a su colega, y presionado a los jueces israelitas por acusarlo de prevaricación, pero ha negociado con Hamas a sus espaldas y lo ha obligado a disculparse ante el emir de Qatar. Muchos detestan la propuesta, porque la encuentran insuficiente y llena de grietas, pero se aferran a ella porque no hay ahora mismo otra mejor. Creen que ignorar a los líderes palestinos y resucitar la figura del seudo-mandato es denigrante, pero consideran que quizás sea la única forma de parar la matanza sobre el terreno. Estiman que Trump es una figura imposible, divisiva, parcial e imprevisible, pero es el único con la fuerza suficiente para forzar a Israel y usar su influencia con los países del Golfo para lograr algo tan ambicioso como la paz. La implicación personal del presidente, que se ha colocado en la cúpula del proceso de gobernanza de la franja, puede garantizar su presión permanente, pero, al mismo tiempo, es un riesgo enorme para su reputación si fracasa y para su ambición si triunfa. Para Trump supone un avance trascendental y supone la paz en Oriente Medio, pero lo firmado solo resuelve por ahora el primer paso, un alto el fuego, la retirada parcial de Gaza y los intercambios de prisioneros, rehenes y cadáveres. Luego queda un camino muy, sobre el que el propio presidente no tiene claro la ruta a seguir.
Aunque proclame victoria, el Acuerdo no es bueno para Hamas si se cumple estrictamente el Plan, ya sea en su renuncia al control de Gaza o en la entrega de sus armas. Lo que más preocupa a Hamas es que, una vez entregados los rehenes – que, aunque inicua, es la principal baza con que cuenta- y las armas, Netanyahu -que ha prometido eliminar a todos los militantes de la banda- prosiga con su guerra de atrición. Por eso ha demandado a EEUU y a los mediadores que le garanticen que esto no ocurrirá y parece ser que Trump ha asumido ese compromiso, aunque habrá que ver si mantiene su palabra. Sí ha sido un triunfo para los gazatíes, al menos a corto plazo, ya que ha frenado la dinámica de bombardeos y desplazamientos. Los israelitas aplauden el acuerdo porque pone fin a la dramática situación de los rehenes, así como a la guerra más larga que jamás hayan emprendido. El presidente de la ANP, Mahmud Abbas, se reunió en Ramala con activistas israelitas para hablar de una paz duradera con los palestinos, y confía en que el acuerdo permitirá una solución permanente del conflicto.
Según ha editorializado “El Mundo”, el Acuerdo de paz anunciado con euforia por Trump puede poner fin, de momento de forma temporal, a un conflicto devastador que ha matado a miles de civiles palestinos y provocado una terrible desnutrición infantil en Gaza. El pacto, que aún debe sustanciarse, ha despertado el respaldo de la comunidad internacional, pues resolvería lo urgente: La devolución de los rehenes israelitas y el cese de la ofensiva desplegada por Netanyahu. Trump puede presentar al mundo un logro importante. Su fórmula de disuasión intimidatoria ha funcionado gracias a dos movimientos simultáneos: imponerse al primer ministro israelita y sumar a su Plan a los países árabes deseosos de un Oriente Medio estable frente a la amenaza de Irán. El presidente ha comprometidos su capital político en el éxito de este dificilísimo proyecto. El mayor desafío que se presenta es la puesta en marcha y el desarrollo de un Gobierno tecnocrático para Gaza, sin Hamas en la ecuación, con una fuerza internacional al frente de la seguridad y con Trump en el papel de máximo supervisor. Si el pacto se cumple, las condiciones para una paz duradera serían las mejores de los últimos años. La disposición de los Estados árabes a respaldar el proceso representa un avance importante. El camino es esperanzador, pero está repleto de dificultades.
Según Rafa Latorre, la tregua ha entrado en vigor y nos sentimos felices porque se van a ahorrar muchas vidas. Es una tregua inestable y quebradiza que puede romperse en cualquier momento, pero la paz empieza a abrirse camino y surge la esperanza donde la esperanza no abunda. En la clausura de la IX Cumbre Global para el Gobierno Abierto, el rey Felipe VI expresó, de una forma esperanzada aunque cautelosa, su deseo de que “el pacto entre Palestina e Israel sea efectivamente una ventana a la esperanza, y que las primeras consecuencias que se anuncian supongan realmente la liberación de los rehenes israelitas y su retorno a casa, y la entrada garantizada de ayuda humanitaria en la franja de Gaza”.
El responsable de Derechos Humanos de Amnistía Internacional, Carlos de las Heras, ha afirmado que la adopción del Acuerdo es una buena noticia y un respiro para millones de personas que llevan dos años sobreviviendo bajo bombas, hambre y desnutrición, pero no pone fin a la ocupación ilegal, al apartheid y al genocidio israelita. El alto el fuego no basta porque a) los ataques deben detenerse de forma definitiva y no limitarse a una tregua temporal; b) debe levantarse por completo el bloqueo ilegal y permitirse que la ayuda humanitaria entre en la franja sin obstáculos; c) la retirada del Ejército israelita debe ser total; d) tiene que haber rendición de cuentas y los responsables han de responder ante la justicia, y las víctimas obtener reparación; y e) la población Palestina debe decidir su propio futuro, participar en la reconstrucción de Gaza y ejercer sus derechos libremente. La justicia y la paz no llegarán si el mundo mira hacia otro lado y se abstiene de intervenir.
La tregua entró en vigor el día 10 y el Ejército israelita se ha retirado rápido a la línea amarilla. Un portavoz del mismo ha anunciado que se permitirá la circulación de los gazatíes del sur al norte por los dos principales corredores, pero les ha recomendado que, por su seguridad, no se acerquen a donde haya soldados, porque las armas las carga el diablo. Unos 500.000 civiles han regresado ya a Ciudad de Gaza, con la vana esperanza de hallar un techo que los cobije. Su alcalde, Yahia al-Serraj, ha informado que no hay ni una sola calle que no haya sido alcanzada por los proyectiles israelitas. EEUU ha enviado 200 soldados especialistas, para que establezcan un centro de coordinación, y supervisión del Acuerdo. Ha empezado a contar el plazo de 72 horas para la entrega de los rehenes y Trump ha dicho que espera que se realice el 13 o el 14.
Reacción de Europa y de España
Pese a la especial implicación de Gran Bretaña en Palestina y de Francia en los países vecinos de Siria y Líbano, Europa no ha participado en el proceso negociador que ha llevado a la consecución de un Acuerdo y ni siquiera ha sido un convidado de piedra.
1.-Europa
La Unión Europea ha estado sumida en la pasividad absoluta por la falta de consenso entre los Estados miembros sobre la actitud a adoptar ante los crímenes de Israel. Cualquier sanción era bloqueada por Alemania, Hungría o la República Checa. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen ha mostrado más empatía con los israelitas que con los palestinos, y la alta comisaria para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, veía “señales positivas” en la conducta de Israel, que hacía progresos para mejorar la situación humanitaria en Gaza, pese a la evidencia y a los informes del Servicio Exterior. Su predecesor, Josep Borrell, denunció la pasividad de la Unión y su incapacidad para suspender el Acuerdo de Asociación con Israel, que establece que las relaciones entre las partes se regirían por el respeto a los derechos humanos y los principios democráticos. En su artículo “Dejemos de ser cómplices con el genocidio en Gaza”, instaba a la UE a que sancionara a Israel por sus crímenes contra la humanidad y afirmaba que Europa había perdido su alma en Gaza. Sobre la propuesta de Trump, señaló que existía un imperativo moral y político para detener la guerra y que el Plan de Paz era un buen punto de partida. Ante las críticas generalizadas por la inacción de la Unión, von der Leyen propuso la suspensión parcial del Acuerdo de Asociación, pero ni siquiera esta modesta propuesta ha prosperado ante la oposición de los de siempre.
Von der Leyen ha expresado su respaldo al Acuerdo e instado a las partes a que cumplan plenamente sus términos y se establezca un alto el fuego permanente. “Esa es la oportunidad de forjar un camino político creíble hacia una paz y seguridad duraderas, un camino firmemente anclado en la solución de los dos Estados”. Emmanuel Macron se ha expresado en términos similares y celebró el día 9 en París una conferencia -a la que asistieron ministros europeos y árabes, pero no el estadounidense, ni el israelita-, para abordar el día después de la guerra de Gaza y cómo hacer operativo un Estado palestino. Netanyahu, sin embargo, ha manifestado que nunca tolerará la creación de semejante Estado y Trump tampoco parece estar por la labor, por lo que será harto improbable -aunque no imposible- que se pueda pasar a la fase-2.
Para David Jiménez, lo de Europa ha sido una auténtica vergüenza, porque podría haber hecho muchas cosas y no ha hecho absolutamente nada. Segun Andrea Rizzi, “no hay que engañarse. Los europeos no pintamos nada en esta crisis y no lograremos influenciarla para bien en esta fase tampoco. Geopolíticamente ocurrirá lo que otros determinen”. Europa no ha desempeñado papel alguno en las negociaciones y solo le cabe celebrar el éxito de las negociaciones como espectadora.
2.-España
El éxito del alto el fuego ha sido celebrado gozosamente en todo el mundo, aunque no tanto en España, donde Sánchez ha jugado un papel preponderante en la repudia a Israel y a Netanyahu, y en la crítica a la política de Trump, que ha acabado por triunfar al imponer la aceptación de un alto el fuego que, por precario que sea, abre la vía a un posible acuerdo -hasta hora inimaginable- sobre la cuestión de Palestina. No obstante, gran parte de la izquierda europea odia a Israel, simpatiza con Hamas y detesta a Trump, y la izquierda española -comandada por Yolanda Díaz y Yone Belarra- no lo ha ocultado. El hecho diferencial -a juicio de Roberto Benito- radica en que el Gobierno de Sánchez se puso al frente de la manifestación, con los ministros liderando las críticas a Israel, el absurdo debate sobre genocidio sí-genocidio no, Albares forzando el choque diplomático y Sánchez animando a boicotear la Vuelta Ciclista. España se ha colocado en el peor lugar posible, pero “el Gobierno es perfectamente capaz de ponerse la medalla y afirmar que Israel ha sido doblegado gracias a Sánchez”. En efecto, nuestro aguerrido canciller afirmó -sin demudársele la color- que España había desempeñado un papel fundamental en este proceso y sido clave para su conclusión, al haber liderado en Europa el reconocimiento del Estado palestino.
El día 9, Sánchez celebró sin excesivo entusiasmo el Acuerdo entre Israel y Hamas y confió en que fuera el comienzo de una paz justa y duradera sobre la base de la implementación efectiva de la solución de los dos Estados. El Gobierno español reiteró su compromiso de respaldar la aplicación del Acuerdo, aunque esto no sea del todo cierto, porque la parte del mismo integrada por los cinco ministros de Sumar está en contra. Ello no es de extrañar porque los ministros Ernest Urtasun y Sara Rigo se negaron a condenar en el Parlamento Europeo la masacre cometida por Hamas, sus máximos dirigente se manifestaron bajo el lema de “Palestina, del río al mar”, y su presidenta Díaz declaró que el Plan de Paz era una farsa, que negaba los palestinos el derecho fundamental a decidir su futuro. El Gobierno no podía aceptar un plan que excluía a los palestinos, y una paz que buscaba consolidar la impunidad de Israel. Ahora, Sumar ha tenido que recoger velas, por verse superado por su derecha por el propio Hamas, que lo ha aceptado. El Gobierno ha dado inequívocas muestras de inoportunidad, pues debatió en el Congreso el decreto por el que se establecía un embargo de armas a Israel en el segundo aniversario del ataque de Hamás, y la Cámara lo aprobó el día en que se conoció la aceptación del Acuerdo entre Israel y Hamas. Claro que se trata de un embargo de pacotilla, un fraude de leso oportunismo de Sánchez -en palabras de Latorre-, al incluir la cláusula de la exención de su cumplimiento por interés general, que convertía el decreto en un panfleto. Y lo más chusco, el texto fue aprobado gracias a los votos del feroz Podemos, cuya presidenta Belarra, justificó el apoyo de su partido para demostrar lo malo que era el decreto.
Sánchez asistirá el día 13 en Sharm al-Sheik, invitado por al-Sissi, a la firma del Acuerdo sobre Gaza, a la que asistirá Trump y primeros ministros europeos y árabes. Trump aprovechará la ocasión para celebrar una Conferencia de alto nivel sobre el futuro de Gaza y de Palestina, a la que no piensa asistir Israel.
La frágil paz de Gaza
Para Bustos, la frágil paz de Gaza ha sorprendido al Gobiderno a contrapie, boicoteando vueltas ciclistas, escoltando flotillas instagrámicas, votando embargos sin embargo, e interpretando memes en el Congreso. “Ni el lado correcto, ni el incorrecto; lo nuestro es el lado tonto de la Historia”. Según Javier Redondo, el día de adopción del Acuerdo fue un hito histórico, pese a no solucionarse el conflicto palestino. La derrota era circunstancial, pero el colapso definitivo. La franquicia Hamas ha asumido su derrota y, aunque el fundamentalismo islámico no acepte su destrucción, “ha estallado la paz”.
El proceso de paz puede descarrilar en cualquier momento pero, es la mayor esperanza de que pueda ponerse fin a la guerra. A juicio de Carlos Alsina en Onda Cero, se ha pasado del escepticismo a la esperanza. Hay que recorrer esperanzados el camino estrecho y empedrado que se ha abierto, y lograr que la tregua se transforme en un auténtico proceso de paz que merezca ese nombre. Cuando la muerte se ha detenido, hay que hacer todo lo que esté en nuestra mano para que no regrese.
Madrid, 11 de octubre de 2025
Enviado por José Antonio Sierra - Sigue nuestras noticias




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