





Durante la comparecencia del presidente Pedro Sánchez en el Congreso, el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, protagonizó una intervención marcada por un tono agresivo que basculó entre la acusación política y la descalificación personal. En una sesión convocada para debatir el paquete anticorrupción del Gobierno, Feijóo centró su discurso en desacreditar no sólo las medidas propuestas, sino la propia legitimidad del presidente y sus socios de coalición.
Feijóo tildó el plan gubernamental —compuesto por quince medidas— como “cosmético” y sin capacidad real para prevenir los presuntos delitos de corrupción que han salpicado al entorno del PSOE. Lejos de matizar sus acusaciones, el líder popular insinuó que los casos de Ábalos, Cerdán y Koldo García no fueron excepciones sino la norma, acusando al partido de “organización criminal” y atribuyendo al presidente una “responsabilidad in eligiendo e in vigilando”.
El blanco del discurso: Sánchez y su entorno
El tono de Feijóo no solo fue político, sino profundamente personal. Desde la metáfora del “cordero degollado” hasta referencias a familiares del presidente, la intervención se convirtió en una sucesión de ataques que buscaban erosionar el crédito ético y moral del jefe del Ejecutivo. Con frases como “usted ha ensuciado la política y la nación”, y alusiones sarcásticas como “cursillos contra la corrupción en casa”, el líder del PP abandonó la crítica institucional para adentrarse en un terreno de acusación personalizada difícil de encuadrar en el debate parlamentario convencional.
Además, presentó un listado de 50 preguntas que abordan desde casos judiciales hasta acusaciones mediáticas, e incluso lanzó advertencias directas a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, dejando entrever nuevas denuncias por revelar.
Socios de Gobierno: presión y deslegitimación
Feijóo no dirigió su discurso únicamente contra Sánchez, sino también contra sus aliados en el Congreso. A Sumar le reprochó “inmovilidad moral” y acusó al partido de no tener “esperanza real de regeneración”. Al PNV lo acusó de “subyugación o subvención”, y a Bildu lo descalificó completamente por motivos históricos. En resumen, dibujó un bloque parlamentario cómplice del deterioro ético institucional.
Al subrayar que “esto no va de Sánchez o la ultraderecha”, sino “de decencia o indecencia”, buscó desarmar el eje ideológico que articula la coalición progresista, planteando el debate como un conflicto moral.
Entre la fiscalización legítima y la difamación
La intervención de Feijóo dejó abiertas dos lecturas. Por un lado, reflejó el rol legítimo de una oposición que exige explicaciones ante casos de corrupción. Por otro, reveló una estrategia discursiva que, al exceder los límites de la crítica política, incurre en prácticas de difamación, sin pruebas judiciales concluyentes y con insinuaciones que rozan el linchamiento retórico.
El destinatario de su mensaje es múltiple: la ciudadanía desencantada, los votantes indecisos y los socios parlamentarios del PSOE, a quienes insta a “revisar su posición moral”. Sin embargo, la falta de propuestas alternativas y el tono acusatorio podrían limitar el alcance de su discurso, especialmente ante un electorado que también demanda soluciones y altura institucional.




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