
Desde hace muchas décadas que el mundo no contemplaba una manifestación tan explícita de imperialismo como la expresada por el nuevo presidente de Estados Unidos
Por Aram Aharonian
El seguidismo de Europa a Estados Unidos en el actual contexto de ruptura hegemónica encierra peligros, constituye un puñal en la identidad soberanista europea, y aumenta el grado de absurdidad estratégica de quienes, desde Europa, reiteran que todo va a ir bien bajo el paraguas estadounidense, señala un editorial del Diario Red
La «protección» estadounidense bajo la cual se justificó en cierta medida la sumisión europea al hegemón, se va deshaciendo. Es un error pensar que la coyuntura trumpista es una excepción, un error de la historia, en lugar de la nueva forma de dominio imperial estadounidense. Las cuentas son claras: para presionar a China, Estados Unidos necesita ser más agresivo y más unilateral, especialmente con sus aliados históricos.
Hoy, sin un plan claro y decidido de desacoplamiento que permita proyectar a Europa como polo soberano, la era Trump 2.0. puede ser un nuevo shock para economías como la alemana.
La conversación telefónica que sostuvieron Trump y el presidente ruso Vladimir Putin se centró en el asunto de la guerra en Ucrania en términos que confirman los peores temores de la Unión Europea (UE) y del gobernante ucraniano, Volodymir Zelensky: la Casa Blanca abandona la política de apoyo irrestricto a Ucrania y se dedicará a construir una paz negociada por Washington y Moscú, dejando de lado a los países que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y al propio Zelensky.
Por si hiciera falta confirmar el giro radical de la política estadounidense, la Casa Blanca no solo se ha manifestado en contra del ingreso de Ucrania a la OTAN, sino que el propio Trump expresó la idea de que esa nación eslava podría ser absorbida algún día por la Federación Rusa.
La UE deberá ahora optar entre someterse a los lineamientos estadounidenses o proseguir, con sus propios recursos el apoyo a Zelensky y distanciarse de Washington, con el riesgo de provocar una agudización de la embestida económica y geopolítica de Trump. Si para la UE marcará un nuevo capítulo de su declinación en el mundo y de su capacidad para influir en las determinaciones geopolíticas globales, para el gobierno de Kiev representa una completa catástrofe.
Ucrania se verá obligada a entregar a Rusia sus provincias orientales, habitadas mayoritariamente por rusos étnicos, después de haber perdido en la guerra a cientos de miles de sus habitantes, de haber sufrido la devastación de su infraestructura y sin una perspectiva de cómo y con qué fondos emprender la reconstrucción.
Lo que la agresividad trumpiana intenta, esconder el fracaso de la economía productiva estadounidense, gracias a un capitalismo financiero que se presentó como la forma «natural» de una economía internacionalizada sin contrapesos a la vista tras la caída de la Unión Soviética, retumba hoy. EE. UU. ha dejado de ser percibido mayoritariamente en Europa como un «aliado» para pasar a ser considerado, de forma mucho menos entusiasta, como un mero «socio necesario».
EE. UU. con Trump 2 tiene gran potencial para dividir a los europeos en un momento en que necesitan una voz común ante conflictos como Ucrania o el pulso comercial con China, pero que adolecen de una «profunda falta de confianza» en sí mismos que puede dificultar hallar ese camino conjunto, advierte un nuevo estudio del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
La mayoría de los ciudadanos europeos, en una media del 50% en los 11 países de la UE, consideran a EE. UU. como un «socio necesario» con el que Europa debe cooperar de manera estratégica, en vez de un «aliado» con el que comparte los mismos intereses y valores (solo el 21% lo sigue percibiendo así, cifra que baja al 14% en España).
Es un cambio de opinión que se da incluso en antiguos «baluartes» transatlánticos como Polonia o Dinamarca, donde del 54% de ciudadanos que hace un año seguían hablando de Washington como aliado ahora solo queda un 30. Los países más propensos a ver a EE. UU. como un «socio necesario» en vez de «aliado» son Ucrania (67%), seguido de España (57%), Estonia, Portugal e Italia. Pero incluso en el Reino Unido, que siempre ha alardeado de una «relación especial» con Washington, prevalece ahora la visión de socio necesario (44%).
Hoy Trump agrede a casi todas las economías del mundo para proteger al capitalismo nacional estadounidense, pero quizá ya sea demasiado tarde y lo que está logrando es destruir el poder adquisitivo de los trabajadores de Estados Unidos.
Y, entonces, conceptos como «desacoplamiento», «autonomía» o «liderazgo europeo» van cobrando protagonismo, cuando la identidad europea como extensión del proyecto imperial estadounidense sigue siendo el sentido común de época.
Lo primero que resalta es que los Estados europeos renunciaron a su autonomía en favor de un seguidismo del hegemón, absorbiendo la premisa de que el unipolarismo, el dominio indiscutido de Estados Unidos, durará probablemente todo el siglo XXI.
Hoy Trump no tiene ningún incentivo para considerar los intereses europeos en Ucrania y negociará directamente él (y no la OTAN ni Europa) con Rusia, mientras la situación del viejo continente, pasivo, en retroceso ideológico y en shock tras el retorno de Trump, realmente podría devenir en amenazas concretas.
Estados Unidos podría exigir a Europa establecer tropas «de disuasión» en el occidente de Ucrania, lo que convertiría a Europa en la encargada de luchar contra Rusia en un eventual re-estallido de la guerra.
Dentro del escenario hay que contemplar, también, la ansiedad hegemónica de Estados Unidos, la rusofobia de dirigentes europeos, la frágil paz en la que (eventualmente) se sumirá Ucrania y el malestar ruso con la presencia de la OTAN en su esfera de influencia.
La penosa subordinación europea a EE. UU. no solo es humillante, sino que es peligrosa económicamente, la guerra comercial y la no respuesta europea podría dañar todavía más a grandes actores europeos como Alemania, advierte el europeo Diario Red…
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