El acuerdo UE-Mercosur: una oportunidad estratégica que exige garantías para proteger a Europa

Actualidad04/09/2025RedacciónRedacción
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Reunión de Asaja con responsables de Agricultura de la Comisión Europea | Foto de Asaja

Bruselas, 4 de septiembre de 2025 — La reciente aplicación provisional del acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur ha generado una fuerte reacción por parte de la patronal agraria Asaja, que denuncia la “celeridad injustificada” con la que la Comisión Europea ha impulsado el pacto. Aunque las críticas se centran en la falta de garantías para el sector agroalimentario europeo, el acuerdo también abre una ventana estratégica para reforzar alianzas internacionales en un contexto geopolítico cada vez más complejo.

Una alianza con potencial global

El acuerdo UE-Mercosur, negociado durante más de 25 años, representa uno de los mayores tratados comerciales del mundo, abarcando a más de 700 millones de ciudadanos. Su entrada en vigor provisional busca consolidar la relación entre Europa y América Latina, especialmente en un momento en que las tensiones con Estados Unidos y China obligan a diversificar los vínculos estratégicos.

Desde una perspectiva positiva, este pacto puede fortalecer la presencia europea en una región rica en recursos naturales, con gran potencial energético, agrícola y tecnológico. Además, permite a la UE posicionarse como socio preferente frente a otros actores globales que ya han intensificado sus relaciones con países como Brasil, Argentina o Uruguay.

Riesgos para el sector agrario europeo

No obstante, las preocupaciones expresadas por Asaja no deben ser ignoradas. El presidente de la organización, Pedro Barato, advierte que el acuerdo “hace imposible competir con los modelos productivos de Mercosur” y que, sin garantías ambientales y sociales, los agricultores y ganaderos europeos quedan en clara desventaja.

La diferencia en estándares de producción, uso de pesticidas, trazabilidad y condiciones laborales puede generar una competencia desigual que afecte especialmente a las pequeñas explotaciones familiares. Por ello, es imprescindible que la Comisión Europea refuerce los mecanismos de control y establezca cláusulas de salvaguarda que protejan los intereses del sector primario europeo.

Equilibrio entre apertura comercial y protección interna

La clave está en encontrar un equilibrio entre la apertura comercial y la protección de los sectores más vulnerables. El acuerdo no debe convertirse en una amenaza para la agricultura europea, sino en una oportunidad para impulsar modelos sostenibles, fomentar la innovación y abrir nuevos mercados para productos de calidad con denominación de origen.

Además, la UE debe garantizar que los productos importados desde Mercosur cumplan con los mismos requisitos que se exigen a los productores europeos. Esto incluye certificaciones ambientales, respeto a los derechos laborales y trazabilidad alimentaria. Sin estos controles, el pacto corre el riesgo de erosionar la confianza ciudadana y alimentar el euroescepticismo.

Fortalecer el diálogo democrático

Otro punto crítico señalado por Asaja es el procedimiento “exprés” con el que Bruselas ha activado el acuerdo, lo que, según la patronal, “vacía de contenido el control democrático”. Para evitar que este tipo de tratados se perciban como imposiciones tecnocráticas, es fundamental que el Parlamento Europeo y los Estados miembros participen activamente en su implementación y seguimiento.

La transparencia, el debate público y la rendición de cuentas deben ser pilares de cualquier política comercial europea. Solo así se podrá construir una alianza sólida con Mercosur que sea legítima, equilibrada y beneficiosa para ambas partes.

Una oportunidad que exige responsabilidad en Europa y América Latina

El acuerdo UE-Mercosur no debe verse únicamente como una maniobra política, sino como una oportunidad estratégica para reforzar la presencia europea en América Latina. Sin embargo, su éxito dependerá de la capacidad de la Comisión Europea para atender las preocupaciones legítimas del sector agrario, garantizar estándares comunes y fortalecer el control democrático.

Europa no puede permitirse debilitar su tejido productivo ni erosionar la confianza de sus ciudadanos. Pero tampoco puede renunciar a construir alianzas que le permitan afrontar los desafíos globales con mayor autonomía y resiliencia. El reto está en avanzar con firmeza, pero también con responsabilidad.

Fuente: Servimedia

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