
Por qué la ‘noviolencia’ es más efectiva, aunque vivamos en un mundo violento
Santiago de Chile - Juan Pablo Cárdenas
La política uruguaya como la latinoamericana han perdido a un líder de excepción. Esta semana ha fallecido José Mujica, aquel ex guerrillero tupamaro que estuviera encarcelado 12 años por la dictadura militar de su país, y que después llegara a ser uno de los más prominentes políticos en la reconstrucción de la democracia. Por lo mismo, fue elegido posteriormente Presidente de la República por una contundente mayoría, cargo que ejerció cumpliendo con sus ideas de izquierda y a cuyo gobierno no se le podría hacer ningún reproche en términos de probidad.
El cáncer abatió a Pepe Mujica, pero hasta su última hora cumplió con la política, que para él fuera siempre una “pasión”, una vocación de servicio. Su pensamiento y acción debió iluminar a las alicaídas izquierdas del Continente, pero por sobre todo su honestidad y consecuencia, que son los atributos que más se le destacan.
A la hora de sus exequias son muchos los políticos que parecían conmovidos y que hasta viajaron a Montevideo a despedir sus restos. Sin embargo, muchos de ellos no son ni un pálido reflejo de lo que fuera su lealtad con las ideas de izquierda. Muy por el contrario, gobernantes que más bien se sirvieron del poder en sus respectivos países, quedando todos muy bien pertrechados para el futuro. En un enorme contraste con un Pepe Mujica que vivió y murió en su modesta chacra, cumpliendo ahora con labores de pequeño agricultor para solventar su vida y la de su gran esposa. Tanto que se dice de él que ha sido el presidente más pobre del mundo.
Ya se sabe que, mientras era mandatario, dedicó más de la mitad de su sueldo en beneficio de los pobres y necesitados, a diferencia de quienes se enriquecen al alero del poder y se han visto comprometidos en graves episodios de corrupción. Por cierto, no hay necesidad de enumerarlos; todos los conocemos desde México hasta el polo sur. Todos identificamos las siglas con que la prensa ha bautizado cada uno de los episodios más deleznables de los gobiernos de nuestra transición y endeble democracia.
En Chile, por ejemplo, mientras este formidable líder fallece, el centro izquierdismo convoca a una elección primaria que le costará al Estado 27 mil millones de pesos. Una consulta que, por supuesto, debieran cubrir los partidos políticos involucrados y no el presupuesto de una nación que mayoritariamente no simpatiza con las posiciones de este sector y, menos todavía, milita en sus colectividades.
Ya sabemos que los resultados de esta consulta son demasiado previsibles, por lo que la elección primaria solo sirve para alimentar las campañas de quienes postularán finalmente en los comicios presidenciales y parlamentarios. Las cúpulas partidarias ya tienen arreglado todo, por lo que todavía es más repugnante que se valgan de ingentes recursos fiscales, en cifras que se hacen escandalosas para un pueblo que demanda soluciones habitacionales, atenciones de salud y medidas efectivas para encarar la descontrolada delincuencia.
Pepe Mujica muere cuando en nuestro país la justicia investiga, formaliza y empieza a encarcelar a los primeros militantes que se ufanan de ser los más izquierdista y probos, ahora envueltos en operaciones multimillonarias, cuyos recursos han ido a parar al bolsillo de sus operadores políticos y, como se cree, a financiar sus contiendas electorales. Dinero que estaba destinado para ir en auxilio de los campamentos, de los sin casa, sin luz ni agua. Sin educación para sus hijos tentados por el narcotráfico para poder subsistir.
Ya se sabe, también, que los parlamentarios, ministros de estado y altos funcionarios públicos de nuestro país, se han dotado honorarios siete a diez veces por encima del salario promedio de los trabajadores chilenos. Así como debemos asumir que los expresidentes de la república son beneficiados por altos estipendios a perpetuidad y que alcanzan o superan la cifra de los ocho millones mensuales. Sin que todavía alguno de ellos haya renunciado a este privilegio. A sabiendas, también, que después de gobernar les llueven invitaciones, cargos internacionales, viajes y honorarios para dictar conferencias, participar en foros y publicar memorias. Ni siquiera el presidente empresario Sebastián Piñera, renunció a este generoso “pago de Chile”.
La simple constatación de todos estos privilegios basta para comprobar que aquí a la política se llega para servirse. Porque, para colmo, más tarde, se les ve formando parte de los directorios de las sociedades anónimas que sirvieron durante su gestión, apelando cada vez al “realismo” que entusiastamente abrazan cuando llegan al poder. Vaya que hay casos al respecto…
Indigna, por lo tanto, ver a tantos hipócritas junto al féretro de Pepe Mujica. A dolidos políticos que llegaron a rendirle tributo desde Ecuador, Argentina Bolivia, Brasil y otras naciones como la nuestra. Y que seguramente conocen, de sobra, la distancia sideral a la que están del extinto y distinguido uruguayo. Como lejos quedaron ya de su ejemplo los gobiernos de Venezuela y Nicaragua.
Se prodigan en estos días en Chile las fotografías y videos con Mujica. De todos los que son candidatos a algo y que, en su compañía, solo se proponen ganar votos. Pero nunca seguir su ejemplo.
Juan Pablo Cárdenas Juan Pablo Cárdenas Squella es un periodista y profesor universitario de vasta trayectoria. En el 2005 recibió en premio nacional de Periodismo y, antes, la Pluma de Oro de la Libertad, otorgada por la Federación Mundial de la Prensa. También obtuvo el Premio Latinoamericano de Periodismo, la Houten Camara de Holanda (1989) entre otras múltiples distinciones nacionales y extranjeras. Forma parte de los sesenta periodistas del mundo considerados Héroes de la Libertad de Expresión, reconocimiento hecho por la Federación Internacional de Periodistas. Ha sido director y columnista de las revistas Debate Universitario, Análisis y Los Tiempos, así como del diario electrónico primeralínea.cl. También fue por más 18 años director de la Radio Universidad de Chile y de su diario digital. Se ha desempeñado como profesor de varias escuelas de periodismo de Santiago y Valparaíso y en la Universidad de Chile alcanzó el grado de profesor titular y senador universitario.
por Pressenza
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