Con el inicio del nuevo año, aprovecho la oportunidad para asumir nuevos compromisos personales. Quiero reflexionar sobre lo que está obsoleto o es inútil en mi vida y visualizar el tipo de futuro que deseo implementando los cambios necesarios en mi estilo de vida.
Una de mis reflexiones más profundas es ésta: he acabado con la guerra. Durante más de 40 años he marchado, protestado y hablado en contra de las guerras. A partir de ahora, la cuestión de la guerra pertenece al pasado para mí. Ya no pensaré, escribiré ni hablaré sobre la guerra. Como editor de Pressenza, no publicaré artículos que cubran las guerras en Ucrania, Gaza o los posibles conflictos con China.
Nuestra sociedad invierte demasiado en la guerra, tanto en términos económicos como tecnológicos, comunicativos y mentales. Consume tiempo y energía que podrían emplearse mejor en otras cosas. En lugar de centrarme en la guerra, me dedico a la cuestión de la paz. La paz no es simplemente la ausencia de guerra .
Trabajaré en la lucha contra la discriminación y en los pasos necesarios para transformarla. Me inspira la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que habla de la migración dentro del concepto más amplio de movilidad humana . Como bien resume la inteligencia artificial: si bien la migración es un componente de la movilidad humana, esta última ofrece un marco más amplio e inclusivo para comprender y abordar el movimiento de personas en un mundo globalizado e interconectado. La movilidad humana enfatiza la fluidez y las oportunidades, mientras que la migración a menudo se centra en las implicaciones legales, sociales y económicas de la reubicación. Adoptar esta distinción puede conducir a un enfoque más matizado y humano de las realidades del movimiento en el siglo XXI.
No hay mayor forma de discriminación que limitar el progreso social y tecnológico. Durante mis recientes viajes a Sudamérica, me sorprendió saber que Ecuador tiene electricidad sólo unas pocas horas al día. Muchos países enfrentan una crisis energética y creo que el Movimiento Decrecentista debe cambiar su enfoque. En lugar de abogar por límites al crecimiento, debería priorizar el desarrollo de energía renovable ilimitada y la sostenibilidad, siguiendo ejemplos como la exitosa transición de Dinamarca a la energía eólica o el logro de Costa Rica de funcionar con casi un 100% de energía renovable.
Para desarrollarnos como especie humana, debemos garantizar un acceso equitativo a la energía y a la tecnología. No puedo imaginarme a un joven estudiante intentando estudiar en una escuela sin electricidad. En el mundo actual, el acceso a los datos, a la información compartida y al conocimiento, todo ello dependiente de la energía eléctrica, se ha convertido en una necesidad básica.
Comparto mi sincera convicción de que podemos lograr un mundo pacífico en los próximos 100 años. Para ello, debemos adaptar nuestro desarrollo personal y nuestras aspiraciones para que coincidan con el potencial de nuestro planeta altamente conectado y tecnológicamente avanzado. Debemos dedicar más energía a imaginar y crear lo que queremos en lugar de luchar contra lo que no queremos. Construyamos el futuro al que todos aspiramos centrándonos en lo que fomenta la paz y dejando atrás la violencia, la discriminación, el miedo, la guerra, el control y el egocentrismo. Como nos recordó Albert Einstein: “En medio de cada crisis se esconde una gran oportunidad”.